martes, 7 de septiembre de 2010

Complot de un melómano.


Dentro de las actitudes, esquemas, patrones aprehendidos socialmente; dentro de las redes complejas de la sociedad, de entre lo más profundo de la razón (nuestra razón), no he encontrado teoría que me explique el por qué de tu melomanía y tu necesidad de expandirla.

He buscado en tu sonrisa y en tu silencio... No he hallado nada.

Traté de verte a los ojos, no vi notas, ni siquiera tus pupilas, tu boca entonando cualquier melodía o cacofonía me distraía y me incitaba a observarla. ¡No pude entender qué pasaba al momento en que te abrazaba! Pretendía averiguar si por osmosis descifraba tu misterio que me provoca taquicardias. Si por empirismo no podía,me remití a la teoría.

¿Acaso es una teoría del poder que te hace pensar que nota a nota incides en la conducta de los demás?. ¿Has tramado que la paz mundial se genere con un arpegio?, ¿Acaso eres más hábil que cientos de científicos y has hallado en la música la solución a todas las enfermedades?,¿Acaso crees que una voz en mi, en la ó en do pueden causar mayor efecto que el que cualquier líder moral, carismático o revolucionario que haya existido pueda provocar?

Me declaro una pésima científica social. No logro descifrar el entramado interno y externo de tu conducta. No es un berrinche de caracter conductista. No es el qué provoques a los demás. No es el hecho de saberte un ente musical. No es escuchar tu voz y quedarme con la duda de qué pasará si me acerco un paso más.

El misterio reside en cómo es que tu melomanía ha carcomido mi espacio y tiempo. El misterio es que yo te sé un melómano pero aún no entiendo tu plan...Lo único que puedo decir en mi defensa/ofensa, es que el peligro no eres tanto tú y tu invasión musical a la vida, al mundo.

El misterio puede radicar en el sencillo punto de qué haga yo para evitarlo. Creo que ya ha sido suficiente tenerte noche a noche en mi mente, en mis notas, en mis escalas, en mis arpegios y pentagramas cotidianos. Eres un index en mi mente. Una nota en mi vida.

Si no te has dado cuenta, lo aclaro. No soy la víctima, esto es sólo una advertencia. Tu sonido es poco a poco sintonizado por mi mente, no me causa conflicto, soy una adicta, tu complot consciente o inconscientemente me ha llevado a tomar una decisión... hacerte mi droga musical, con dosis precisas y controladas.. mientras pueda.

aLinnoize.

viernes, 25 de junio de 2010

No soy Naila para ti.

Phélix jamás entendió el sentir de Naila. Hoy sigue sin entenderlo, la diferencia está en que hoy, Naila llora; y llora no por estar sola, sino porque al meditarlo exacerbadamente y de una manera cuasimortal, ha logrado objetivizar a tal grado ese sentimiento; que ésta noche ha podido extraerlo de su mente, lo puede vislumbrar a la lejanía o cercanía con que ella así lo decida, manipularlo, jugar con él... Y en vez de festejarlo... ¡Llora! ¡Naila está vacía!, más vacía que cuando Phélix se marchó de su lado, o ella del suyo.

Es de noche y ella escucha, escucha la nada y también el todo,suenan igual, exactamente igual. Es el sonido del caos mental. Decir que está sin fuerzas, abrumada y con ojeras de la vida está de más, sin embargo lo hago, porque es lo único que puede decirse de ella, sentada,viendo la luna que no se ve, las nubes que hoy no hay, incluso si no fuera por el breve suspiro que hace un par de minutos le escuché, diría que es una mujer al lado de una ventana, ambas sin vida,sin nada por vivir; eso es Naila hoy, un juguete de la vida.

Taciturna y relajada, así era ella antes de conocer a aquel hombre cuya perdición habría trazado su vivir, un "destino" que hace pensar que él maquiavélicamente tenía planeado, un seductor en potencia, o bien podríamos concluir que no se trataba de una relación seductor-seducido, simplemente ¿amor? El amor que cegaba a Naila era parte de ese plan determinista que Phélix había construido y deconstruido una y mil veces. El amor qué él había decidido que se le profanara. No sé, cuando yo vi a Phélix, él no lucía como ese tipo de calamidades antropoformizadas que un día aparecen y son tu sombra el resto de tu vida; pero esa sensación dejó de serlo para convertirse en un hecho. Phélix era así; una calamidad explosiva, egoísta y mortal, pero no por ello insensible... Naila lo descubrió después de la llamada que Phélix le hizo durante estos breves momentos, Phélix no era un monstruo, era un hombre con sentimientos que jamás pudo explicarle a ella, a esa mujer que le dio libertad, caricias, versos y también sentido a sus noches. ¿De qué hablaron? Naila dejó de llorar, pero no por eso ríe...

Vean a Naila, está ahí, embriagándose con otro hombre, despojándose de su ser, de vivir como Naila. Se arrodilla, hace todo lo que le piden, llora y gime, habla y gime, y aún así el goce que podría haber tenido al lado de Phélix, le llega a la mente. Naila, ¿es que no entiendes que el alcohol te ha quitado la ropa, el pasado y tu nombre? Ay, Naila, qué cuentas darás mañana que no estés así.

Hoy, Naila yace como la maldición de Phélix, él la recuerda a cada suspiro, a cada noche, a cada palabra que compartieron juntos. Phélix en cambio, no es la maldición de Naila, la maldición de Naila son los hombres que conoció por Phélix, los hombres de su entrepierna, todos se llaman Phélix, todos son él, todos la hacen gemir, pero ella, ella ya no se llama Naila.